La dictadura del storytelling

Desde que las plataformas de streaming irrumpieron y tomaron el poder en la industria audiovisual, todos adoptamos como propia una herramienta que originalmente proviene del universo del marketing: el storytelling.

Pero en el camino olvidamos un problema. Un buen storytelling no implica que una historia logre al final estar bien narrada. En todo caso, un buen storytelling da cuenta de que se dispone de insumos y artificios para que en la instancia de venta aumenten las probabilidades de alcanzar el tan ansiado greenlight.

¿Desapruebo la implementación de esta artimaña? No. Pero sí propongo su uso responsable. Las consecuencias no deseadas están apareciendo con demasiada frecuencia: gran parte de los contenidos a los que hoy tenemos acceso se narran igual, se ven igual, se escuchan igual y, tal vez lo más preocupante, tienen calcadas moralejas.

Este escenario me aburre como espectador. Pero también como productor.

Supongo que a otros autores, directores y productores que llevan dentro la pulsión de encontrar nuevas formas de contar historias los aborda un sentimiento similar. Y lo mismo deben estar padeciendo muchísimos suscriptores que caen en la frustración recurrente que implica navegar en el océano de propuestas de las VOD.

“El storytelling produce narraciones listas para consumir. (…) Así es como compramos, vendemos y consumimos narrativas y emociones. Stories sell, las historias se venden. Storytelling es storyselling, contar historias es venderlas”. Así redefine el filósofo surcoreano Byung-Chul Han en su libro ‘La crisis de la narración’ el auge de esta herramienta que no solo ha tomado por asalto a la industria del entretenimiento y a las redes sociales, sino que también funciona como biblia escrita en sangre en el mundillo del marketing político. Ya no importan las ideas de un candidato, sino lo que aparenta ser. Basta con trazar un paralelo entre el aumento del descrédito hacia la actividad política y la dinámica de los procesos creativos que en los últimos años se instalaron en nuestro oficio para avizorar proyecciones.

El bueno de Byung-Chul Han se pone aún más filoso al asegurar que el storytelling se utiliza para que incluso cosas sin valor se conviertan en bienes valiosos. Afirma también que las narrativas son muy importantes para crear valor añadido, porque le prometen al consumidor vivencias especiales. Así, el contenido narrativo es más importante que el valor de uso. “El storytelling convierte la historia en mercancía”.

Exigirle a la industria del entretenimiento que aumente el flujo de propuestas arties sería ingenuo. Ser productor y no entender que la mayoría de los espectadores se sientan frente una pantalla para evadirse de sus preocupaciones diarias significaría que deberíamos cambiar de trabajo. Pero lo que inquieta es la abundancia de historias narradas sin alma. Estamos rodeados de producciones millonarias que ni siquiera invitan a ejercitar ciertos niveles iniciáticos de reflexión y pensamiento.

Mi crítica se centra en el abuso del uso de storytelling y propone estar atentos a los posibles efectos adversos tanto en el corto como en el mediano plazo (todos sabemos que el largo plazo es hoy una unidad de tiempo en extinción).

¿Cuántas series que vimos ya ni recordamos cómo se llamaban? La debacle en la calidad de la oferta on demand es evidente. El contenido ya no es el rey. El contenido ha sido derrocado y, en algunas ocasiones, directamente derivado a la horca. Lo lamento, querido Bill Gates. Hoy nos gobierna la dictadura de los storytellers.

El presente nos encuentra hundidos hasta la cintura en un parate de inversión que somete al mercado y nos obliga a ser flexibles ante el desafío de administrar la escasez.

Observando este paisaje toca preguntarnos si es posible desmarcarse del yugo del storytelling que, con los ojos vendados, nos promete achicar el margen de error y el despilfarro financiero.

No tengo certezas ante este cuestionamiento. Lo que sí se me hace claro es que, para enfrentar cualquier tipo de paradigma o forma de pensamiento totalitario, el primer paso es rebelarse.

Redacción Cveintiuno 05-08-2024 ©cveintiuno

LA FIRMA DE HOY

Nico Chausovsky
Jefe de Nuevos Formatos Audiovisuales
Dale Play

Nico Chausovsky trabaja en la industria audiovisual desde hace más de 25 años. Su formación es periodística y a lo largo de su carrera pudo aplicar esa manera de acercarse a los contenidos atravesando diversos géneros y plataformas. En la televisión argentina participó en programas como 'Kaos en la ciudad' y 'PH, Podemos Hablar'. Trabajó como supervisor de Producción en MTV y como director general de las primeras temporadas del exitoso programa de Discovery Channel 'Mexicánicos'.

Fue jefe de Producción del documental de Martín Rejtman 'Copabana' y productor ejecutivo de 'Nahir, el secreto de un crimen', recientemente estrenado en Prime Video. Desde 2020 hasta mayo de 2024 lideró el área de No Ficción de la productora argentina Kapow. Actualmente se desempeña como jefe de Nuevos Formatos Audiovisuales en la compañía de música y entretenimiento Dale Play.

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