Las productoras necesitan dinero para estimular la creatividad y mantenerse competitivas. Alex Lagomarsino propone buscarlo fuera de la industria.
A veces me hago la pregunta: ¿el surgimiento de las plataformas ha sido positivo o negativo para la industria audiovisual?
Negativo, es mi primera respuesta. Es que, si bien las OTT han generado una expansión de los volúmenes de producción, su modelo work for hire las hizo acaparar los derechos de los proyectos en todos los territorios y ventanas a perpetuidad, y no solo de la explotación del ready made, sino también del activo más importante que tiene este negocio: el IP.
Bajo este modelo, las casas productoras llevan a cabo el desarrollo creativo y la producción de un proyecto (corriendo con todos los riesgos que ello conlleva), a cambio de un production fee del 10%. Sea cual sea el éxito del show, el 10%.
Si este negocio, el entretainment, se convirtió en una industria, fue en gran medida porque todas las partes competían por tener un muy buen contenido que lograra la mayor distribución y explotación en ventanas y territorios. Una vez que se cubren los costos, mayores ingresos equivalen a backends. Backends que van para la productora, pero también para los guionistas, showrunners y directores, que obtienen beneficios adicionales frente los honorarios fijos que les da el modelo originals de las plataformas.
Al aceptar trabajar por el fee para poder pagar estructuras y a sus talentos, las productoras han ido cediendo los derechos de las obras, convirtiéndose, sin querer, en proveedoras de servicios creativos y de producción.
Como consecuencia, las productoras independientes han perdido valor compañía. Y su poder de negociación está en desventaja.
No podemos olvidar que el core de este negocio es la creatividad. El valor de las productoras está en sus ideas, su equipo de talentos, sus IPs y su catálogo de ready mades.
No es un dato exacto, pero mi experiencia y conversaciones me llevan a estimar que solo el 5% de los pitches que se presentan a las plataformas logran avanzar a una etapa de desarrollo o guion, y las que llegan a producirse no superan el 1 o 2%.
Pero ¿cómo pueden invertir en desarrollo y en nuevo talento creativo si solo cobran un fee?
Es un círculo vicioso –no virtuoso- del que solo podrán salir con recursos económicos. Con dinero, las productoras podrán arriesgar y negociar acuerdos de coproducción o licencia de sus obras.
Mi propuesta es que no debemos buscar ese dinero dentro, sino fuera de nuestra industria.
En Iberoamérica hay una oportunidad en la creación de fondos de inversión privados que participen de los negocios de las productoras. En Mediabiz estamos trabajando en esa línea, con fondos dirigidos a la producción de películas y series.
Cuentan con capital de personas o grupos inversores que no forman parte de esta industria, pero que conocen las enormes utilidades que muchos de los estudios y productoras internacionales han generado con la producción audiovisual. Y son inversores que están dispuestos a correr riesgo, no solo por las altas ganancias que pudieran obtener, sino por el glamour de esta industria, un enorme atractivo adicional a la hora de invertir.
El mundo tiene dinero. Existe una masa de capital de inversores que buscan oportunidades e inversión en negocios no tradicionales. Están abiertos al riesgo y a aportar sus recursos al negocio del entretenimiento.
La fórmula del éxito no existe, tampoco para los algoritmos. El negocio audiovisual es un negocio de alto riesgo (no son acciones de Apple o de Coca-Cola) y a la vez de enormes oportunidades de retorno de inversión (ROI). Se estima que el 70% de los contenidos tendrá un resultado entre malo y mediocre, el 20% bueno y el 10% será un jackpot. No es posible garantizar a los inversores un ROI cierto, pero sí es posible diversificar el riesgo a través de paquetes de películas y series. Bien seleccionados, en su conjunto los contenidos lograrán generar resultados positivos sobre la inversión.
Frente a los créditos y préstamos de los bancos, que a cambio exigen una tasa de interés y un plazo de pago, los fondos de inversión privados permiten mucha más flexibilidad. El esquema que proponemos ofrece diversas estructuras –incluyendo oferta de contenidos, plazos de producción, participación de las partes, management y decisiones- dependiendo del inversor, que se aplican a la producción de un paquete de contenidos bajo un modelo de coproducción o de licenciamiento. Como parte del esquema, se prevén los acuerdos de preventa de los contenidos para su distribución internacional, así como una estrategia de marketing.
El inversor recupera su inversión a través de la venta de los derechos del contenido –un mercado que en los últimos tres años ha visto un crecimiento- y de la generación de negocios vinculados a los IPs, tales como spin-offs, experiencias en vivo o merchandising.
Por su parte, las productoras se fortalecen, ganan peso frente a los medios y, al retener los derechos de sus obras, logran también ser sostenibles a largo plazo.
Esta es una industria dinámica. Las audiencias cambien sus hábitos, las tecnologías avanzan, los desafíos abundan. Pero las condiciones están dadas para reconstruirla incorporando nuevos players al juego.
Todo esto no habría sido posible hace unos años, cuando el sector de producción independiente era más débil y tenía muchas menos opciones para mover su contenido. Las primeras respuestas muchas veces no son las más ciertas. Al final, el surgimiento de las plataformas ha sido muy positivo.