Administradores de fondos de inversión detallan el tipo de contenidos que buscan para invertir, qué deben tener los proyectos para que se animen a arriesgar y qué pasos debería dar la industria para consolidar este modelo.
Para un productor que lleva dos o tres años con un proyecto dando vueltas por los mercados y que a través de preventas, ayudas públicas y alianzas ha asegurado el 80% de su financiación, la aparición de un inversor que complete ese gap suena a un sueño hecho realidad. Pero en Iberoamérica esa fantasía aún no es tan frecuente.
Es que, más allá de algunos bancos o inversores privados que adelantan el dinero de contratos ya firmados o de incentivos fiscales por cobrar, los fondos que entran con capital de riesgo a los proyectos no abundan en la región.
“Al menos en España, los fondos de inversión no invierten a riesgo, con lo cual no son fondos de inversión al uso. Son más un concepto de asesoramiento financiero a clientes de banca privada”, explica José María Irisarri, fundador y presidente de Onza, una de las productoras más innovadoras de Iberoamérica en cuanto a la exploración de modelos de financiación.
Pero hay excepciones, claro. Una de las más destacadas es la administradora de fondos de inversión privada chilena Screen Capital, lanzada hace cuatro años y que maneja dos fondos de US$ 20 millones cada uno: uno para invertir en proyectos (Screen One) y otro en compañías (Screen Two).
A diferencia de otras propuestas, se trata de un fondo “agnóstico” que no está vinculado a ninguna productora y que busca oportunidades a lo ancho y largo del mercado.
Screen Capital nació de la iniciativa de Tatiana Emden y Joyce Zylberberg que, tras años de experiencia en el sector público chileno en instituciones como el Fondo de Fomento Audiovisual de Chile, CinemaChile y la Corporación de Fomento de la Producción (Corfo), identificaron la falta de fondos privados como una de las principales necesidades de la industria local.
Cuatro años después, aquel análisis es aún más relevante en el contexto actual de la industria, con las plataformas invirtiendo menos y la aparición de modelos que permiten hacer mucho más con la propiedad intelectual “que simplemente entregarla”, dice Emden, cofundadora de Screen Capital.
La creación de Screen Capital, agrega su socia Zylberberg, habla de un nuevo momento en la industria y una nueva forma de trabajar que, si bien aún no se conoce mucho, “se va a comenzar a utilizar cada vez más”.
Efectivamente, tal como Screen Capital, otras iniciativas han ido surgiendo en los últimos años.
La productora chilena Río Estudios, liderada por Pablo Díaz del Río, maneja por ejemplo el fondo Río Capital, que ha invertido en proyectos como la miniserie ‘Berko, el arte de callar’ (TVN) de Nicolás Acuña y protagonizada por Benjamín Vicuña, la película ‘Matar a Pinochet’ o la cinta aún por estrenar ‘Invunche’, de Rodrigo Susarte.
O, recientemente, se lanzó el fondo Phenomena Global, de Baja California, que incorporó a sus filas al argentino Lucas Jinkis y que buscará oportunidades en Hollywood, pero también en México, América Latina y España.
Wild Sheep, productora liderada por el exdirector de Originales Internacionales de Netflix Erik Barmack, cuenta también con un fondo propio para completar gaps de financiación.
“En América Latina existe una gran cantidad de proyectos que no son demasiado caros, que tienen entre un 60% y un 80% de financiación asegurada, pero que encuentran muchas dificultades para completar ese último tramo”, cuenta Barmack, que vio la oportunidad de sumarse a proyectos de este tipo completando esos gaps y conectando los puntos para su distribución.
El razonamiento de Barmack es que para muchos shows, según su origen, puede ser más difícil conseguir preventas. Pero, una vez terminados, sí existen pantallas en América del Norte, Asia o Europa dispuestas a adquirirlos.
Un ejemplo es la película argentina ‘La Pistolera’, una producción de Historias Cinematográficas, Non Stop, 7395 Media y Yair Dori dirigida por la multipremiada cineasta argentina Lucía Puenzo. Basada en la historia real de Margarita Di Tullio, una famosa criminal argentina conocida como “Pepita, la Pistolera”, el film es uno de los títulos en los que Wild Sheep ya ha invertido.
“Sabemos que hay una audiencia y un mercado para las películas de Lucía. Todas se han estrenado en festivales como Berlín o Cannes y es una de las cineastas más talentosas de América Latina. Si hace una película muy buena, distribuidores europeos que seguramente no le hubieran prestado atención a un proyecto de este tipo en la etapa de escritura, se interesarán”.
El ingreso de Wild Sheep como inversor, explica Barmack, se basa en un modelo de riesgo, con una inversión directa, sin “un ejército de abogados” ni “complicados modelos de deuda”.
“En algunos casos ofrecemos un mínimo garantizado (MG) de los derechos internacionales. En otros casos invertimos como parte de un modelo de coproducción en base a equity. Lo que no queremos es entrar bajo un modelo de deuda en el que esencialmente hacemos dinero con los intereses”, destaca Barmack, que coloca el “ticket promedio” del fondo en unos US$ 200.000.
Además de ‘La Pistolera’, Wild Sheep ha invertido en un total de ocho proyectos, incluyendo una película de terror mexicana asociada a “una gran franquicia internacional” que aún no puede revelar, el show islandés ‘Fusion’ (ACT4) o el irlandés ‘The Lido’ (RTÉ).
Sin embargo, uno de los desafíos que se está encontrando Barmack con este fondo, cuyo foco es justamente América Latina y Europa, es que no abundan proyectos con ese equilibrio deseado entre potencial artístico y comercial.
Su objetivo, de hecho, es invertir en entre 10 y 15 proyectos al año. Y no lo está consiguiendo. “Creamos el fondo para invertir en películas, pero honestamente no hemos visto suficientes oportunidades comerciales, por lo que nos expandimos también a series”.
“Creo que para América Latina la pregunta interesante que responder es cómo llenar ese vacío que hay entre esas películas artísticas que se mueven en el circuito de los festivales pero que no alcanzan grandes audiencias y esas comedias locales que vemos en México o Brasil, que funcionan muy bien, pero solo localmente”, agrega Barmack sobre cómo podría la región atraer a más fondos.
El potencial comercial de los proyectos también coincide como uno de los principales valores que buscan desde Screen Capital. Y, sobre todo, su capacidad para viajar.
“Lo importante para nosotros es que el proyecto tenga validación comercial. ¿Y cómo vemos eso? Fijándonos en quiénes son los otros socios, si hay más financistas, si hay o no agente de ventas que se la juegue por un MG”, explica Emden.
El ticket promedio de Screen Capital varía entre US$ 500.000 y US$ 2 millones y, al igual que Wild Sheep, su modelo de inversión es equity. “Esto significa que al final del día es riesgo. Y por eso los proyectos con los que trabajamos están muy bien seleccionados para tratar de minimizar ese riesgo. Porque si le va mal, somos socios con el productor y nos va mal a todos”, destaca Zylberberg.
Screen Capital ha invertido hasta ahora en películas como la estadounidense ‘Memory’, del director mexicano Michel Franco y con Jessica Chastain como protagonista, o ‘In the Hand of Dante’ de Julian Schnabel, el drama turco ‘Amé una rosa’ o la serie israelí ‘AMIA’, además de algunas películas junto a la productora chilena Fabula.
¿Y qué tiene que cambiar para que este mecanismo se expanda? Para Emden uno de los principales cambios que debe afrontar la industria es salirse de la lógica de la producción local y empezar a pensar más como región: es en el viaje internacional de la obra donde está el negocio.
El otro gran cambio es comenzar a trabajar la parte formal de los proyectos en un estándar más internacional, con contratos bien hechos y que establezcan cómo se reparten los dividendos. Eso, revela Emden, está siendo hoy una de las principales dificultades para la expansión de los fondos en la región.
Otros requerimientos que tanto Screen Capital como cualquier otro fondo le exigen a cualquier proyecto es contar con una cadena de derechos bien armada, un presupuesto bien estructurado, un plan de financiamiento robusto y un plan comercial congruente.
“No vemos un rechazo a esto, pero sí una brecha por parte de la industria en cómo presentar un proyecto con un buen estándar internacional como para un fondo”, comenta Zylberberg.
Elisa Álvarez, founding director de Jacaranda Consultant, firma que asesora inversiones en contenidos audiovisuales, coincide en que uno de los principales obstáculos en los países de la región está en cambiar ciertas formas de trabajar “de toda la vida” que no encajan bien con los modelos internacionales.
“Es muy complicado cambiar cómo se hacen las cosas y hacer casar cómo se trabaja localmente en algunos territorios con lo que esperan los inversores, que ven determinados contratos y no se sienten seguros para invertir”, explica.
Raúl Berdonés, presidente ejecutivo de Secuoya Content Group, compañía que trabaja actualmente en producciones de hasta US$ 80 millones de euros, agrega la confianza en el productor como otro punto clave.
“Lo primero es que los que estén detrás del proyecto sean serios y tengan un background que permita decir: puedo creer en ti, sé que vas a acabar la serie o la película, sé que la vas a hacer bien y, lo más importante de todo, que no te vas a desviar en presupuesto”, opina.
La ejecución de la obra en ese sentido es, según Joyce Zylberberg, el eslabón más importante de toda la cadena. Por eso es tan importante el track record de los socios.
“Hoy en día el potencial de llegar a cualquier audiencia de cualquier parte del mundo es ilimitado. Pero quedas descartado si no lograste el nivel de delivery requerido. Lo produjiste, invertiste y al final no tiene el estándar de sonido que necesita una plataforma. Chau, no hay nada que hacer”.
Por eso, más que hablar de géneros prioritarios, desde Screen Capital ponen mucho foco en que el proyecto esté bien estructurado en cada una de sus etapas.
“Sí, los thrillers viajan mejor. Pero un thriller mal estructurado no vale nada. En cambio un documental, que podría ser de nicho pero está bien hecho, tiene la posibilidad de comercializarse con un fondo”, comenta Zylberberg.
Y, tal como Barmack hablaba de ese sweet spot entre potencial artístico y comercial para sumarse a los proyectos, Elisa Álvarez de Jacarandá deja otra oportunidad para quienes estén buscando atraer financiación.
“Yo no soy productora, pero si lo fuera, mi foco sería encontrar una propiedad intelectual en la que pueda beneficiarme de los costes de producción más bajos de Latinoamérica, las ventajas fiscales de España y potencial de distribución en Estados Unidos”.