Al frente de su nueva compañía Dubhub, el experimentado ejecutivo Fredrik af Malmborg analiza en esta columna qué debería aprender Latinoamérica de los turcos y cómo usar YouTube y la IA para generar nuevas fuentes de ingresos.
Las series gratuitas financiadas con publicidad están atravesando una transformación profunda en todo el mundo. Y América Latina no es la excepción.
Los turcos llegaron para desafiar el statu quo en el terreno de las series de larga duración, ofreciendo alta calidad a un precio imbatible. Primero fueron los dramas semanales, con presupuestos más altos, y luego las series diarias, bastante más baratas. Pero lo que realmente hizo exitosos a los productores turcos no fue solo la relación calidad-precio, sino su nueva estrategia de derechos digitales.
Hace unos 15 años, cuando YouTube era una plataforma principalmente dedicada a clips cortos generados por usuarios, en las oficinas de Google en Alemania se realizó un experimento: ¿qué pasaría si subimos episodios completos de dramas turcos directamente a YouTube? Y el resultado fue revolucionario.
Es que, aunque claro que ayudó el hecho de que en Alemania viven unos cuatro millones de personas de origen turco, el experimento permitió que millones de espectadores descubrieran las series turcas en una plataforma accesible y financiada por publicidad.
Desde entonces, YouTube se convirtió, junto con los servicios catch-up de las propias cadenas turcas, en un potente canal de distribución paralelo. No una alternativa, sino un complemento.
Hoy, las series más populares de Turquía pueden alcanzar los 12 millones de suscriptores y hasta 7.000 millones de visualizaciones solo en sus canales de YouTube en turco. Con un promedio de ingresos por mil visualizaciones (RPM) de unos US$ 2, esos 7.000 millones de views representan un potencial de ingresos de US$ 14 millones solo por la versión turca. Y en las regiones más ricas del mundo el RPM puede ascender a entre US$ 5 y 15.
Con semejante nivel de reproducciones solo para los contenidos en turco, ¿qué puede pasar si se publican también sus versiones dobladas a otros idiomas en nuevos canales de YouTube? Por suerte, no hace falta imaginarlo: los resultados son asombrosos.
Un buen ejemplo es el drama histórico y nacionalista de ATV ‘Kuruluş Osman’, ambientado en la era otomana. Con un potencial de venta internacional limitado, la versión en turco de la serie suma 7.000 millones de vistas. Pero es que su versión doblada al urdu para Pakistán e India ya supera los 10.000 millones.
Por supuesto, los turcos no están solos. Muchos otros han descubierto el mismo modelo. MrBeast, por ejemplo, dobla su canal de YouTube en nada menos que 77 idiomas mediante un costoso proceso manual, igual que Netflix lo ha hecho durante años, pero con presupuestos enormes. Otro ejemplo impactante es el canal infantil Nicki and Vlad, que en YouTube cuenta con unos 140 millones de suscriptores en inglés y más de 20 canales localizados que suman otros 350 millones. No sabía que hubiera tantos niños en el planeta.
Entonces, ¿qué implica esto para productores, cadenas y plataformas en América Latina?
El mensaje de fondo es claro: los tiempos en que una producción podía depender exclusivamente de canales de distribución propios y controlados internamente quedaron atrás. Las views en YouTube, Facebook o TikTok rara vez canibalizan las audiencias de las plataformas propias: cuanto más, mejor.
Es cierto que Google se queda con entre el 40% y el 50% de los ingresos publicitarios, pero a cambio genera nuevas fuentes de ingresos de otro modo inalcanzables, además de fortalecer el reconocimiento de marca.
La lección es evidente. La nueva estrategia debe reflejar lo que las industrias de la música y el podcast llevan años haciendo: producir el contenido, encontrar socios para distribuirlo en tantas plataformas como sea posible y conquistar a la audiencia. Los ingresos llegarán por sí solos.
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