El VP de contenidos para América Latina de Netflix Paco Ramos destaca la evolución de Colombia desde las telenovelas a las superproducciones y detalla por qué están aumentando su inversión en el país.

Hace unas semanas Netflix terminó el rodaje de la segunda temporada de ‘Cien años de soledad’. Y el teléfono de Francisco Ramos, su VP de contenidos para América Latina, sonó menos de lo esperado.
Con un presupuesto estimado de US$ 50 millones en su primera temporada, ‘Cien años de soledad’ es la producción original más ambiciosa de la historia de Netflix en Colombia y una de las tres series más caras que ha encarado la plataforma en toda América Latina.

Y, según Ramos, el proyecto ejemplifica a la perfección la evolución que ha protagonizado la industria colombiana desde que en 2018 Netflix realizara su primera serie original en el país.
“Aún me parece increíble que en apenas seis años hayamos pasado de una serie muy buena pero menor, como ‘Siempre bruja’, a haber sido capaces de llevar adelante una superproducción como ‘Cien años de soledad’”, rememora.
Es que, aunque reconocida en todo el mundo por sus telenovelas como ‘Betty, la fea’, ‘Sin senos no hay paraíso’ o ‘Pablo Escobar, el patrón del mal’, la industria audiovisual colombiana estaba ante un verdadero desafío con la producción de ‘Cien años de soledad’, adaptación de la obra cumbre de Gabriel García Márquez y máximo exponente del realismo mágico, género para muchos imposible de trasladar a la pantalla.
Por eso, desde Netflix contrataron profesionales de todo el mundo para su producción, como el director argentino Alex García López (‘Fear the Walking Dead’, ‘The Witcher’, ‘The Acolyte’) o el productor español Josep Amorós (‘Neruda’, ‘The Machinist’, ‘Below Zero’).
Pero eso no evitó que muchos de los retos que se iban presentando durante el rodaje terminaran en llamadas urgentes para Ramos y su equipo.
“Recuerdo que en la primera temporada nos llamaban todos los días para tomar decisiones, por la natural falta de experiencia en proyectos así. Pero eso generó un caldo de cultivo de adquisición de conocimiento que nos permitió que en la segunda temporada la mayor parte de los profesionales fueran colombianos”.
Y esta vez, revela, no fueron necesarias tantas llamadas. “En la segunda temporada todos los directores y las productoras son colombianos y están tomando ellos directamente todas las decisiones, en base a los aprendizajes”, destaca el ejecutivo.

Producida por Dynamo, ‘Cien años de soledad’ se coloca probablemente en el espectro opuesto de las telenovelas, género cargado de drama, romance (y capítulos) con el que el mundo más identifica a Colombia y Latinoamérica.
Pero, lejos de menospreciarlo, Ramos considera que fueron estas las que permitieron que la industria colombiana llegara al punto en el que está hoy.
“Colombia no tiene una industria enorme, pero sí muy sólida y competente, con una meticulosidad técnica y artística. Y aunque según muchos preconceptos su expertise audiovisual está limitado a los melodramas, lo que estamos demostrando hoy es que el talento ya estaba ahí y solo necesitaba recursos y exposición”.
“Y también te digo una cosa: la gente no entiende lo difícil que es hacer una telenovela, que son un negocio generador de muchísimo oficio y muy complejas de hacer”, agrega.
Con una carrera más vinculada al cine y desarrollada principalmente en España, el mexicano Ramos está de hecho aprendiendo este oficio de la mano de toda una línea de contenidos melodramáticos que, combinados con géneros como el thriller, están demostrado un éxito brutal para Netflix.
“Yo no sabía lo difícil que era hacer esto. Son muchos personajes, muchas subtramas. Es una locura. A mí me parece mucho más fácil hacer ‘El Eternauta’ que una telenovela”, bromea en referencia a la serie de ciencia ficción argentina estrenada este año.
Series como las colombianas ‘Perfil falso’ o ‘Pálpito’ son un buen ejemplo de esta línea de programación, a las que se le suman adquisiciones o coproducciones gracias a los lucrativos acuerdos de contenido que Netflix mantiene con Caracol y RCN, los dos principales canales y factorías audiovisuales de Colombia.
“Colombia tiene una ventaja con respecto a otros territorios en los que operamos y es que tenemos relaciones muy potentes tanto con Caracol como con RCN y nos hemos convertido en socios preferenciales de sus contenidos, que muchas veces terminan en Netflix como primera ventana fuera de Colombia. Esto no pasa con TelevisaUnivision, porque tiene ViX, y eso no pasa con Globo, porque tiene Globoplay”.

Esta relación de “mutua satisfacción” le ha permitido a Netflix sumar hits de la TV lineal como ‘La influencer’, ‘Devuélveme la vida’ o ‘Café con aroma de mujer’.
Y entre estos contenidos que llegan desde RCN y Caracol y sus propias originales, el contenido colombiano se ha posicionado sorprendentemente como el más popular de América Latina dentro de la plataforma.
Efectivamente, de acuerdo con la consultora británica Omdia, durante la segunda mitad de 2024 el contenido en español fue el segundo en idioma extranjero más popular en Netflix, con 2.590 millones de horas vistas. Y Colombia se quedó con la segunda posición entre los países de habla hispana con el 24,6% de ese total, solo por detrás de España (38,7%).
El hito es doblemente meritorio teniendo en cuenta que Colombia está lejos de ser el principal mercado de Netflix en América Latina. Según Ampere Analysis, el streamer cuenta con 4,13 millones de suscriptores en Colombia, donde el año pasado encargó la mitad de las producciones originales (9) que en México (18).
“A mí no me extraña para nada esta popularidad del contenido colombiano. La cultura popular colombiana está pasando por un momento muy boyante y no solo en la televisión, sino también en la música como demuestran Shakira o Karol G. Creo que hay algo de la colombianidad que está muy potente en este momento”.
Tal vez por eso es que Netflix ha venido aumentando año a año su inversión en contenidos colombianos, que en 2025 alcanzará los US$ 57 millones, según proyecciones de Ampere. La cifra supone un crecimiento del 50% frente a 2024 y más que duplica los US$ 23 millones de 2023.
“En México y Brasil el número de series ya llegó a un pico, y Colombia es ahora uno de los países donde más estamos aumentando la producción”, explica Ramos.

Netflix, de hecho, viene de anunciar a finales de julio un nuevo slate de 10 contenidos colombianos entre renovaciones y nuevas series y películas. Los títulos incluyen una docuserie de tres episodios sobre el crack del fútbol colombiano James Rodríguez (Clover Studios), la serie de época ‘Palacio’ sobre la toma del Palacio de Justicia de Bogotá en 1985 (Dynamo) o ‘Estado de fuga 1986’ (AG Studios), inspirada en hechos reales sobre la mayor masacre perpetrada en Bogotá.
Se suman a ‘Medusa’ (TIS Studios), ‘Perfil falso T2’ (TIS Studios), ‘Delirio’ (TIS Studios) y ‘La huésped’ (CMO Producciones), ya estrenadas este año.
Detrás de estos encargos también están los incentivos fiscales de Colombia, que están revolucionando su industria audiovisual.
“Son importantes por varias razones, entre ellas porque generan un importante interés desde afuera y eso repercute en toda la industria”, opina Ramos, para quien con que apenas cuatro o cinco producciones nuevas elijan a Colombia cada año el país puede estar creando entre 10.000 y 20.000 puestos de trabajo adicionales que generan “oficio y unas estructuras industriales mucho más poderosas”.
Y más allá de los incentivos, Ramos destaca otros elementos que están jugando a favor del país.
“Colombia tiene un ecosistema muy amistoso, algo propio de los países medianos, que para competir muestran más flexibilidad y vocación de atraer. Tiene además una industria muy rigurosa. Y luego algo clave es que hay una cultura popular televisiva muy potente. Son gente a la que le gusta muchísimo la televisión”.
Esta popularidad de la televisión no está reñida con la sofisticación, advierte el ejecutivo, que pone como ejemplo el reciente estreno de ‘Delirio’ (TIS Studios), adaptación del libro homónimo de Laura Restrepo.
“Es una serie desafiante que trata temas muy complejos en el ámbito de la salud mental. Y nosotros pensábamos que iba a ser infinitamente más pequeña en su dimensión que series más convencionales. Y resulta que no: ha sido muy masiva”, revela.
“Es un prejuicio de que a los latinoamericanos nos gusta la televisión sencilla, simple y telenovelizada. Y es un prejuicio que se ha consolidado por decenas de años en los que solo recibíamos eso. La gente lo que quiere es calidad y ambición y que les propongas cosas complejas y que los retes, no que le des las cosas masticadas. Y eso también aplica para Latinoamérica, como lo hemos demostrado”.
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