El creador y protagonista de ‘Baby Reindeer’, Richard Gadd, repasa el nacimiento del éxito más polémico y disruptivo de Netflix, su transición de “comediante roto” a autor consagrado y las lecciones que aprendió en el camino.

‘Baby Reindeer’ partió desde una necesidad catártica de su creador, Richard Gadd, que desarrolló el proyecto a base de “miles de versiones”, reescrituras espontáneas en pleno rodaje, insomnio y una repentina pérdida de 30 kilos.
Pero cada uno de esos momentos, dice Gadd, valió la pena para poder contar su historia con autenticidad.
Es que el fenómeno de ‘Baby Reindeer’, la serie más polémica y disruptiva que ha estrenado Netflix, convirtió a Gadd en el hombre más buscado en Google y le dio a la plataforma un éxito de críticas y audiencias inesperado: la serie estuvo ocho semanas en su Top 10 global, lideró durante tres y alcanzó el primer puesto en 76 países.
Y, según Gadd, todo fue posible gracias al Festival Fringe de Edimburgo, al que le “debe todo”.
Fue justamente en Edimburgo en 2016 donde todo cambió para Gadd, cuando su obra ‘Monkey See Monkey Do’ obtuvo el premio al mejor espectáculo de comedia.
La obra fue una precursora de ‘Baby Reindeer’, también estrenada en Edimburgo tres años más tarde. Pero, a diferencia de ‘Monkey See’, esta última sí tenía potencial audiovisual.

“Cuando hacía ‘Baby Reindeer’ en teatro, tenía suspenso, personajes contradictorios, una especie de conflicto narrativo. Se sentía televisiva. Así que siempre pensé que, si surgía la oportunidad, me gustaría adaptarla”, recordó Gadd durante su reciente visita a la conferencia Future Vision 2025 celebrada en Melbourne.
Y la oportunidad llegó.
Es que, tras su presentación exitosa en el festival, Gadd recibió una cantidad de ofertas que aún hoy le cuesta creer.
“Fue increíble. Iba a tomar un café y me decían: ‘Queremos hacerla’. Y yo pensaba: ‘Esto es una locura’. Pero es lo que pasa cuando algo conecta con el zeitgeist: la gente se pelea por hacerlo”.
La obra original era un monólogo de 70 minutos: Gadd con un banquito que representaba a su acosadora Martha, luces, una banda sonora retro e invasiva y proyecciones de emails que aportaban contexto. Para la versión televisiva, quiso mantener la esencia de ese show en vivo.
La resonancia inmediata del texto y su atractivo para los commissioners fue un rayo inesperado para alguien que tenía sobrada experiencia golpeando puertas sin suerte. “De repente tenía un encargo de producción en las manos y las productoras venían a mí a buscarme para ver si podían hacerla. Los roles estaban totalmente cambiados”.
Gadd recuerda que se terminó reuniendo con 76 productoras antes de tomar una decisión. “No quería descartar a nadie, porque todo es cuestión de conexión personal. Conocí compañías increíbles y sufrí tratando de elegir la adecuada”.
Finalmente, se decidió por Clerkenwell Films porque fue la que más lo quiso y más trabajó para conseguirla. “No había mucho ego. Y yo necesitaba tener el control. Eso era lo más importante para mí. Podían pagarme una libra, siempre y cuando me dejaran tener el control”.
Consultado sobre por qué la serie logró conectar con los ejecutivos y con la audiencia, Gadd apuntó que tenía varios de los ingredientes clásicos que atrapan en televisión. “Era bastante dinámica, con un ritmo intrigante todo el tiempo. Creo que destacaba frente a lo que se suele ver en la tele”.
Además, fue concebida en un contexto conservador de la industria, donde su irrupción sacudió al público. “La televisión venía jugando a lo seguro. Se había vuelto muy cautelosa. Y de repente aparece una serie que es todo lo contrario. Que dice y hace cosas que no se ven –o no se dicen– muy seguido. Y por eso resaltó. La gente estaba pidiendo algo así”.

La serie también se benefició del contexto pospandemia, dice Gadd. “El mundo venía de un período de mucho dolor desde el Covid. Estábamos aislados, polarizados, todo eso. Y en ‘Baby Reindeer’ hay lucha humana desde todos los ángulos. Sentí que la gente necesitaba ver algo que reflejara esa lucha”.
Además del Festival Fringe, Gadd elogió a su ejecutiva de Netflix en aquel momento, Lindsay Salt, como la otra gran responsable de que la serie fuese lo que fue.
“Es brillante. Apostó por el proyecto y por mí. Fue una decisión de mucho riesgo desde el punto de vista de una ejecutiva”, dijo Gadd sobre la hoy directora de drama de la BBC, con quien está volviendo a trabajar en su próximo proyecto, ‘Half Man’, una coproducción con HBO que terminó de rodarse hace pocos días.
Hasta entonces, Gadd había escrito en algunos programas, pero nunca había entregado un guion completo, mucho menos actuado y sido showrunner al mismo tiempo. “Y ella apostó por este comediante roto para que lo hiciera. No creo que mucha gente lo hubiese hecho. Y seguro que hubo dudas –aunque nunca me lo dijeron–, porque es una serie muy oscura, nada comercial. Es la mejor persona del mundo, de verdad. Le voy a estar agradecido siempre”.
Y para quienes busquen hacer la transición del teatro a la televisión, Gadd recomienda mantenerse fiel a la propia intuición. “Siempre fui terco con lo que quería. Y eso puede generar fricciones, claro. Pero al menos no puedes culpar a nadie. Yo quiero mirar atrás y saber que fui leal a lo que quería que fuera”.
Y en un proyecto tan personal y autobiográfico, eso era aún más importante. “Mi mayor miedo era poner mi trauma ahí afuera… y que al final no pudiera ni reconocerlo. Por eso me aferré a mi visión. Y ese sería mi consejo para cualquiera”.
En cuanto al legado de la serie y su naturaleza rupturista, Gadd espera que marque un camino de riesgo constante para la industria y sus creadores. “Espero que ‘Baby Reindeer’ haya dejado huella. Que ayude a que se tomen más riesgos. Y parece que algo se está moviendo. Creo que la única salida del estancamiento en el que está la industria es arriesgar”.
“El arte es una meritocracia. Yo creo en eso. Y si uno escribe, dice y hace algo especial y único, lo demás no importa tanto”.
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