La televisión siempre me provocó fascinación. Tal vez sea por el halo de inalcanzable con el que crecí viéndola. En mi casa de Salto, al norte de Uruguay, teníamos que consensuar entre nueve personas las imágenes que salían de un televisor Philips de 22 pulgadas.
Eso hizo que cuando los lunes en el colegio mis amigos comentaban el último capítulo de ‘Amigovios’ o de ‘Cebollitas’, yo terminaba invariablemente con la profesora de inglés comentando la película que HBO había estrenado ese domingo a las 10 de la noche. Eso si no había sido un fin de semana entero dedicado al fútbol.
Dejamos atrás 2022, un año que seguramente será recordado por unos cuantos hitos en la industria del contenido. Las Streaming Wars de pronto vieron penalizado el crecimiento de suscriptores y ahora resulta que importa la rentabilidad. (Wow.) El negocio de la distribución renació. Finalmente parece que alcanzamos el techo del Peak TV (¿será que nos adentramos en la era del Infinite TV, como sugiere el analista Doug Shapiro?) y desde ahora veremos menos series de ficción. Probablemente estas se dividirán entre superproducciones y series cost-effective, y tendrán detrás más modelos de coproducción y adquisiciones frente al originals-te-dejo-sin-derechos tan extendido en los últimos años. El unscripted cobrará más fuerza. El mundo demostró que el contenido en español le interesa. Y unas cuantas cosas más.
Lo cierto es que disfruté como pocas veces preparando el contenido de nuestra revista para Content Americas, el primer número de Cveintiuno, con todo lo que eso significa. Al menos para nosotros. El ejercicio de analizar qué pasó y qué se viene, y el diálogo con decision makers, analistas e insiders de esta industria fue particularmente inspirador y estimulante. Pero también revelador.
El camino vertiginoso hacia Content Americas me dejó un buen puñado de preguntas, que creo que pueden traducirse en tres grandes desafíos que la industria del contenido en español tiene que afrontar este año.
Uno: profesionalizarnos. Formar talento, capacitar técnicos, divulgar buenas prácticas. Claro que existen ya iniciativas, pero como industria se podría tener una participación mucho más activa en este sentido. Erradicar la idea egoísta, cortoplacista y lamentablemente extendida de que si otro crece me va a quitar el trabajo. Entender que si la industria crece, ganamos todos. Pero debemos crecer con cabeza. Como me decía una talentosa ejecutiva, crear industria también significa cuidar las condiciones en que se cierran los contratos, en que se aprueban presupuestos, en que se trata a los freelancers. Si no, el riesgo de desmoronamiento es alto.
Dos: dar un salto en términos de diversidad, equidad e inclusión. La industria de habla hispana debe asumir de manera urgente que tiene un gran problema y que todos somos parte de él. Trabajar para que Content Americas ofreciera un lineup de conferencias realmente relevante y de primer nivel fue una experiencia espectacular y preocupante a partes iguales. En Latinoamérica, Estados Unidos hispano y España, los puestos más decisivos siguen estando dominados por hombres blancos. La gran mayoría, maravillosos profesionales, pero ya deberíamos estar en condiciones de hacerlo mejor.
Tres: creérnoslo. Si queremos que el contenido en español hable de igual a igual con el del resto del mundo (aún no lo hace de manera uniforme y generalizada), debemos dejar de hablar con la boca pequeña y de vanagloriar todo lo que viene de Estados Unidos o Reino Unido como si fuese creado por seres pertenecientes a otra especie animal.
Son desafíos no menores, y levantar la cabeza no es que ayude demasiado: ansiedad pospandemia, guerra, crisis climática, recesión global. Pero mi naturaleza optimista me lleva a confiar en la capacidad de las personas -que no de la gente- de adaptarse y encontrar soluciones. Y América Latina y España tienen todos los recursos -creatividad, talento y algunos gobiernos con ideas no absurdas- para afrontar estos desafíos.
Y afrontar significa afrontar. No esperar a que lleguen y entonces resolver. Eso vi hacer en mi nuevo televisor a Uruguay en el último Mundial, y así le fue. La inercia nunca se ha vencido jugando a la defensiva.