Walter Sequeira no fue solo un histórico de la televisión latinoamericana, fue un gran personaje del que todos nos acordaremos por años. Dejó un legado a un sinfín de ejecutivos de nuestra querida industria a nivel local e internacional.
Además de su simpatía y buen humor para las relaciones personales, siempre se destacó su perspicacia y agudez al preguntar. No importaba si te conocía o no, con una pregunta “filosa” te integraba inmediatamente al círculo. Te hacía sentir parte. Así lo conocí en la segunda mitad del 2000 en alguna feria que ya no recuerdo. Era un imán: hablaba y todos escuchábamos. No importaba el nivel de conocimiento que tuviéramos. Lograba la atención.
Cada momento con Walter era sublime. Un abrazo, una charla, una tendencia. Le encantaba hablar de la televisión y de cómo la veía. Siempre tenía tiempo para intercambiar, lo buscaban todos los medios del trade para entender el momento que atravesaba la industria y los desafíos presentes y futuros. Ese era su don: invertía tiempo en las relaciones que construía.
Siempre fue un gran anfitrión y se interesaba por que todos pudieran estar presentes: “Los mejores negocios de mi vida no los cerré en una feria, sino en almuerzos y cenas”, me reveló cuando lo conocí. Y participé en decenas de comidas con él, tanto durante mercados (que eran menos frecuentes) como en Argentina, cuando a la industria sumaba a su familia cercana. Eran sesiones maratónicas: un almuerzo podía convertirse en cena rápidamente. El tiempo se esfumaba, las conversaciones no.
Periodista de formación, fue un todoterreno: trabajó en Editorial Atlántida y luego entró en Artear, donde en 1994 creó Volver, un canal de TV paga único en su tipo, que trae al presente lo mejor de la tevé de todos los tiempos. Fue productor de muchísimos programas de televisión pero también de cine, habiendo participado de grandes éxitos de taquilla como ‘Comodines’ o ‘Caballos salvajes’.
Amo y señor del departamento de fílmico en Artear desde 1990, siempre encontraba las joyas que necesitaba para El Trece y las señales de Artear en las ferias internacionales que visitaba. Entre ellas, fue el encargado de traer las series turcas a la Argentina, con ‘Las mil y una noches’, que fue un éxito rotundo.
No dudaba en decirte que algo no le gustaba, con nombre y apellido. Y explicaba velozmente las razones. Y cuando algo le encantaba, hacía lo mismo. Amaba la TV y el cine, pero también el arte: podía definir en poco tiempo un viaje a Nueva York a ver el estreno de una nueva obra en Broadway. O a Londres, otra ciudad que amaba. Por supuesto, no sin antes invitar a sus interlocutores del momento.
Su salida en 2015 de Artear lo alejó de la industria, pero no de la gente. Siguió con sus agasajos a su círculo más íntimo. Una infección generalizada lo tuvo internado casi un mes en Buenos Aires. Hoy la industria lo despide, pero lo recordará por siempre. Buen viaje, querido Walter.