Dice estar obsesionado con la vulnerabilidad, y así crea a los personajes de las historias que sueña y que necesita quitarse de dentro para no intoxicarse. Según Daniel Burman, uno de Los 100 de Cveintiuno, el rey no es el contenido. Son los personajes, porque son ellos quienes pueden conmover -e incluso cambiar- a las personas.

Charlar con Daniel Burman provoca sensaciones encontradas. El director, guionista y productor argentino habla con la seguridad de quien tiene una solución pragmática para esos problemas acaso infranqueables en nuestra cabeza. Y eso siempre genera una mezcla de escepticismo y envidia.
Sin embargo, a medida que la conversación avanza surge una suerte de revelación: su solución incluye al problema, porque no le teme a la contradicción. “Abrazar la incertidumbre, el desconocimiento absoluto”, repite, como un axioma que le permite sortear cualquier dilema para incorporarlo a la creación. Interesante recurso para la vida.

Como líder de Oficina Burman, productora que desde 2017 forma parte de The Mediapro Studio, el creador de películas como ‘El abrazo partido’ y de series como ‘Edha’ afirma haber atravesado un punto de inflexión en su extensa carrera a partir de ‘Iosi, el espía arrepentido’, serie que creó y produjo para Amazon Prime Video y cuya segunda temporada “se viene con todo”.
“Nunca un contenido ha impactado tanto en todos los lugares donde voy. Ha sido muy importante en mi vida y en la de muchos. Contamos una historia necesaria, que nos interpela y se centra en la identidad, en lo que podemos llegar a hacer para querer saber quiénes somos. Y es un camino lleno de espinas”, cuenta.
¿Cómo es estar haciendo series después de 20 años haciendo películas?
Hace más de seis años que no filmo una película, el tiempo más largo sin hacer cine en mi vida adulta. Pero pronto volveré. De todos modos, hacer una serie como ‘Iosi’ es como hacer ocho películas en una.
Se están haciendo muchas series que se resolverían en una película. ¿Cómo identificas una historia que efectivamente rinda como serie?
No tiene que ver con la extensión. En la serie, la complejidad de capas construye un relato único. Hay una articulación con la longitud, e incluso la interrupción es virtuosa. En cambio, en un relato cinematográfico hay una linealidad y una profundidad en el desarrollo. A mí nunca me pasó de tener una duda al respecto, el contenido te marca claramente qué tipo de producto será. Mi sensación es que hoy en día, en vez de “el contenido es el rey”, es “los personajes son los reyes”. Las audiencias empatizan con ellos, sus emociones, habitan tanto en series como en películas. Hay que ir al fondo.
¿En qué momento está la creación para plataformas de streaming?
Las plataformas empezaron a asumir el dinamismo de la audiencia. Hoy en día hay un respeto a los creadores que permite que surjan contenidos inesperados. Hubo una primera época de “sobreexcitación” por los algoritmos y la idea de la previsibilidad. Yo trabajo mucho como showrunner y el 90% de mi trabajo es generar un marco de certeza en un proceso basado en la incertidumbre. Y es necesaria, porque es de ahí de donde surge la creatividad.
Por un tiempo, creímos tener algún tipo de certeza sobre quién nos mira: y sabemos quiénes son, pero no sabemos qué quieren. Lo único que sabemos es que del otro lado hay una humanidad. Durante la pandemia, el consumo de contenidos fue parte de la alimentación humana. El consumo de historias, personajes y emociones es una necesidad vital para el homo sapiens. Hay una aceptación de que sea una actividad mega industrial combinado con un proceso totalmente artesanal, intuitivo e imprevisible. Eso hace colapsar las cabezas.

Es paradójico.
Sí, y hay que convivir con esa paradoja. Siempre tengo la imagen de una serie como esa enorme maquinaria llena de engranajes de acero quirúrgico, donde en el medio hay pequeños engranajes de la madera más frágil de un bosque japonés que está a punto de hacer estallar toda la máquina. Como showrunner, hay que dialogar con esa fricción y lograr que esa energía siga circulando sin forzar las partes más vulnerables, porque en la vulnerabilidad de los creadores está el germen de la creatividad. En la vulnerabilidad del proceso está el espacio esencial que hace que un producto trascienda o no. Es una paradoja insostenible en una industria de miles de millones de dólares. A su vez, es fascinante.
Sos creativo y productor. ¿Cómo logras equilibrar lo emocional con la necesidad de rentabilidad?
Desconociendo esa supuesta dualidad. Un artista es el que permite que los hechos sucedan. El erotismo está en el sueño, la intuición, la marea narrativa confusa que me habita, que después se convierte en 200 personas en un set poniendo la cámara, con un actor diciendo un diálogo y haciéndote comprender una emoción. Ese proceso es mágico, fascinante, complejo, inasible y es el mejor trabajo del mundo. Entremezcla cuestiones operativas con elementos creativos, de articulación entre esas dimensiones. Ese conglomerado ambiguo y aparentemente contradictorio, en su sumatoria, es el acto creativo.
Pero no todo creador tiene la capacidad de llevar con liderazgo la parte del negocio.
Yo no lo hago por un espíritu mercantilista, sino porque los sueños propios me intoxican. Y para sacarlos tienen que tener una viabilidad en el mundo. Cuando empiezo una serie, para quitarme presión, siempre pienso que no hay nada más irrelevante que una mala serie. El mundo sigue girando y no afecta en nada su rotación. Pero si es una serie muy relevante, tampoco afecta su rotación, pero sí alimenta espíritus, conciencias, despierta movimientos que sí pueden hacer momentos memorables y cambios concretos en vidas. Y eso ya es un montón.
Suena muy liberador lo de quitarte los sueños que te intoxican, pero también tiene que haber un cliente dispuesto a comprarlos.
Hay que desmitificar al cliente. También es una persona que se conmueve. Es audiencia. Todos lo somos. El pitch es la primera gran prueba. Cuando uno pitchea una historia, intenta conmover a una persona, la primera audiencia es el cliente o el ejecutivo. Nunca es buen camino querer engañar emocionalmente, sino poner toda la verdad arriba de la mesa. Hay que contar las historias que creemos que están en sincronía con un movimiento emocional inconsciente y ciudadano, de la gente. La nutrición para la creación de historias está en la vida cotidiana ordinaria, en el transporte público, en la cola del supermercado. No en ver series sobre series, porque si no se torna algo muy onanista y vicioso.

¿Qué peso tiene la coproducción en tu trabajo?
La estrategia rectora del estudio es producir contenido relevante, único y que conmueva a las audiencias. En ese camino, cada producto sugiere un camino propio. El gran valor de Oficina Burman es su enorme flexibilidad y versatilidad. No tenemos un único modelo de diseño de producción o de negocio. El contenido sugiere cuál es el modelo más factible, eficiente, y cuáles son los mejores socios en cada caso. Es emocionante, porque cada concepto que se crea abre un nuevo universo en todo sentido. Aunque estemos en un proceso industrial con un player tan relevante como The Mediapro Studio, se articula con un proceso hecho a mano y a medida.
¿Qué proyectos tiene hoy entre manos la Oficina Burman?
Estamos con muchas cosas, todas cosas que no puedo dejar de hacer. En Latinoamérica terminamos la segunda temporada de ‘Iosi’ para Amazon, que se viene con todo. Estamos con la segunda temporada de ‘Cecilia’ en México, una comedia entrañable que trata una temática poco vista, para Paramount+. También la segunda temporada de ‘Primate’ en Colombia…
Argentina, México, Colombia. ¿Estás enfocado sobre todo en esos territorios?
Yo trabajo de una manera maravillosamente dinámica: no importa de dónde surjan los proyectos, aterrizan en el territorio adecuado y siempre hay una pata del estudio dispuesto a recibirlos y a hacerlos posibles. Ahora estoy enfocado en tres proyectos que me llevan el corazón. Lo que puedo adelantar es que ‘Iosi’ fue un punto de mi carrera muy importante, me dio un aprendizaje enorme en un género que adoro. Nunca pensé que el espionaje internacional sería el mejor reservorio para meter a mis personajes en el estrés del camino identitario: tener que hacer de otra persona y no saber quiénes son. Es como la búsqueda de identidad al cuadrado. Sigo explorando esos temas en los nuevos proyectos.
¿Y qué temas son los que te conmueven a ti a la hora de contar historias?
Estoy obsesionado con la vulnerabilidad. Cuando comenzás una carrera profesional, tratás de ocultar tus puntos débiles. Tiempo después, te das cuenta de que ahí estaba todo, la vida, la energía. Se transforma el miedo en osadía y también en inconsciencia. Por eso me interesa que mis personajes atraviesen umbrales de vulnerabilidad, sobrevivan a ellos y aprendan.