Reconocido defensor de la retención de IP por parte de los productores, el presidente y fundador de DLO Producciones detalla su abordaje a la coproducción, los desafíos de la industria y por qué cree que la burbuja no explotará.
José Manuel Lorenzo está siempre dispuesto a reunirse con sus pares para hablar sobre producción y parece estar disfrutándolo más que nunca. Es que, aunque ya pasó un tiempo, aún siente las marcas que nos dejó la pandemia en los ánimos y las miradas.
“No lo olvidemos: el Zoom nos ayudó a sobrevivir, pero hizo más daño que el carajo. En este negocio hay que mirarse mucho a los ojos y sentir la emoción del otro. Volver a abrazarse, volver a conectarse, volver a hablar de proyectos conjuntos”, dice el presidente y fundador de DLO Producciones, casa productora que forma parte del grupo Banijay.
Es que este productor ha visto todas las fases del negocio audiovisual en España. Si bien se define como “creador y productor de series y películas”, también ha sido director comercial de TVE y Telecinco, director general de Antena 3 y Canal+, accionista de La Sexta y fundador del canal Non Stop People, además de productor de recordadas series como ‘Dime quien soy’, ‘Alatriste’ y, más recientemente, ‘El inmortal’, serie de 2022 coproducida con Movistar+ y Telemundo.
“Fue la serie más vista del año, reconocida por público y crítica. Ha sido maravilloso poder hacerla. Ahora estamos preparando el lanzamiento de la segunda temporada”, expresa en referencia al 22 de febrero, fecha prevista para el estreno de la segunda entrega de la serie inspirada en la vida del líder de la banda “Los Miami”, que operó en la noche madrileña durante los convulsos años 90.
Las producciones en las que Lorenzo se embarca conjugan dos aspectos que han marcado su carrera: la coproducción y la adaptación de obras ya existentes para la pantalla. En el caso de la coproducción, cree que lo ideal es que se elija un mercado que oficie como líder y otro con el rol de “apoyo”, para que la colaboración no se convierta en “una olla de grillos”.
En cuanto a la adaptación, la lista de proyectos parece nunca tener fin: “Estoy adaptando cinco o seis libros. Cada uno se encuentra en distintos momentos, no todos van a salir a la vez”, adelanta.
Te gusta mucho adaptar obras literarias. ¿Nos puedes contar algo de lo que se viene?
Es verdad. Cuando yo tenía Boomerang, quise hacer ‘El tiempo entre costuras’ y la productora se viralizó. Fue una de las primeras veces que se adaptó un libro después de mucho tiempo sin hacerlo, y desde entonces siempre me ha gustado. He adaptado ‘Dime quién soy’ de Julia Navarro, ‘Monteperdido’ de Agustín Martínez, y se están por estrenar las adaptaciones de ‘Ni una más’ de Miguel Sáez Carral para Netflix y ‘Las largas sombras’ de Elia Barceló para Disney+.
También estoy trabajando en ‘Purgatorio’, la última novela de Jon Sistiaga, además de ‘Obra maestra’, la adaptación de la novela de Juan Tallon. Y ya estamos muy avanzados en escritura y guiones de la adaptación de ‘Anatomía de un instante’ de Javier Cercas, probablemente el libro canónico más importante que ha habido en cuanto a la transición de la dictadura a la democracia en España. Es una autentica bomba; es como ‘El hombre que mató a Liberty Valance’ pero en tiempos modernos. También he comprado la película argentina ’30 noches con mi ex’ de Adrián Suar, para hacer la adaptación en España.
Considerando tu extendida trayectoria en coproducción internacional, ¿qué aprendizajes te han dado estos proyectos?
Coproducir tiene muchos desafíos. Creo que el modelo más razonable es cuando coproduces con dos mercados, pero uno actúa de líder. Puede ser cualquiera de los dos, en función de qué producto estés eligiendo. El otro mercado apoya, pero no quiere ser líder. Así no se convierte esto en una jaula de grillos donde cada uno quiere tirar para su marca.
A su vez, en la coproducción hay que ser más creativos y correr más riesgos, pues no se basa en la data de un mercado. Lo que se consume en España y en Latinoamérica no es tan similar. Ahí es donde hay que romper y buscar historias locales, que también son historias globales; depende lo que cuentes. Por eso, la coproducción te obliga a esforzarte mucho para convencer a gente dispar. Y lo mejor es determinar quién de los productores actúa como líder de proyecto. Porque si un productor tiene que contentar a todos, el resultado suele ser una especie de Frankenstein. A mí no me importa si el líder es Telemundo, Movistar o ViX, sino que hagamos ese producto y que funcione en la mayor cantidad de mercados posible.
¿Crees que actualmente las plataformas se están abriendo más a la coproducción?
Creo que estamos evolucionando hacia un modelo más hibrido. La llegada de las plataformas cambió el modelo. Los productores vivíamos en un status quo bastante cómodo, en el que compartíamos con el operador los derechos y teníamos un margen de contribución razonable para el trabajo que aportábamos. Eso se fue degradando de tal manera que el productor fue quedándose casi sin ningún derecho, sin participar del éxito de los productos que creaba. Esto provocó cierta eclosión.
Pero esto cambió, porque estas ballenas, que no paraban cada semana de renovarse y renovarse con originals, se dieron cuenta de lo excesivo de los costes de producción. Se comenzó a implementar otro modelo de compra por uno o dos años, muchas veces no exclusivos, incluso compartidos. También hay mecanismos financieros, lugares con ‘tax rebates’ como está pasando en Vizcaya o Canarias…
¿Cómo ves que se reorganizan los roles en una producción?
Resurge la figura del productor que, a través de inversores y de su propia participación, es capaz de armar la producción vendiendo antenas, vendiendo el 70, 80 o hasta el 90% del coste antes de empezar, pero quedándose con el IP de por vida. No creo que se acaben los originals, pero si Netflix hacía 14, ahora hace 10 y luego hará otros 10 a través de este método. Así, ampliará su catálogo con el mismo dinero, pero sin la necesidad de que todo sea original.
Luego hay otros mercados; hay plataformas que operan mundialmente y muchas otras que no. Un buen ejemplo son mis proyectos ‘Dime quién soy’ y ‘El inmortal’, que son coproducciones con el mundo latino. La unión de España, con un operador como Movistar o Atresmedia, con operadores latinos como ViX o Telemundo, también resulta una alternativa sumamente interesante.
La industria vive un momento de mucha incertidumbre. ¿Dónde crees que se juegan los mayores desafíos?
Hoy, los productores tenemos mucho espacio para abordar temas que nunca habríamos abordado. En ese sentido, estamos mejor que nunca en lo creativo y peor que nunca en lo económico. El primer desafío es el incremento de costes de la producción en España, que es del orden del 30%. Sin embargo, los operadores no están generando un 30% más de ingresos. Y luego hay una dificultad con los recursos humanos: se complejiza hacer el casting y formar los equipos técnicos deseados. Hoy en día, intento cerrar los proyectos con seis o siete meses de antelación en cuanto a casting y dirección.
A partir del incremento de costes, habrá que racionalizar el mercado y probablemente vengan años de cambios industriales, desde fusiones o concentraciones hasta reducción del número de horas producidas anualmente. Creo que es mejor que nos autorregulemos a que explote una burbuja mal explotada como pasó con la burbuja financiera o la inmobiliaria. Nadie quiere que la inercia lleve a generar una burbuja que te estalle en las manos. Pero creo que lo estamos haciendo lo suficientemente bien para que esto no ocurra.