El CEO de Flixxo Adrián Garelik comparte casos de éxito de producciones financiadas a través de blockchain, criptomonedas y tokens y cómo la industria tradicional podría incorporar estas herramientas.
No se sabe qué vino primero, si la necesidad o la oportunidad.
Por un lado, una industria, la nuestra, la audiovisual, cada vez más restrictiva, donde los contenidos parecen ser premium o nada, donde se crea para las necesidades de retención de usuarios de las plataformas de streaming y no por la pasión de contar historias que nos movilizan, que nos interpelan. Una industria que cada vez necesita más contenidos pero, paradójicamente, menos voces.
Del otro lado, en una galaxia muy lejana, el universo de la Web3, la blockchain y las criptomonedas, donde un nuevo caso de uso despierta el interés de toda una comunidad de entusiastas que están dispuestos a experimentar.
Corre el año 2020, el mundo entero encerrado en sus hogares. Ana Ramón Rubio, directora de cine, se obsesiona con las criptomonedas y se convierte en day-trader, comienza a seguir a youtubers que usan términos como holdear y empieza un periplo de compra y venta de bitcoins, ethers y un surtido variopinto de monedas. Su marido no entiende en qué está perdiendo el tiempo. Su familia no la apoya. Ana decide producir un documental para explicar en su propio lenguaje -el cine- de qué va su nueva pasión y que la dejen tranquila de una buena vez.
Pero Ana va más allá, y piensa en que tal vez el mundo cripto estaría interesado en financiar su película. Decide, entonces, tokenizar su documental ‘Bull Run’, entregando a cada inversor una cantidad de tokens llamados $BULL, que representan cuotapartes de los futuros ingresos que genere la venta de su film. Ana necesita recaudar € 370.000. Una vez lanzada la campaña de financiación, consigue su presupuesto en 24 horas.
Pero, ¿qué es eso de tokenizar? Tokenizar es crear una representación digital de un activo determinado. Puede ser una acción de una empresa, un título de propiedad, e incluso una obra de arte.
El token digital puede intercambiarse, venderse y negociarse y esa transferencia representa el cambio de titularidad de ese activo, todo generado sobre una blockchain (las más usadas son Ethereum, Solana, Polygon e incluso Bitcoin), custodiados por un mismo y regulado en varios mercados, como la Unión Europea.
Así, si un creador como Ana necesita € 100.000 para producir su película, puede crear 100 tokens de € 1.000 cada uno. Cada uno representa la titularidad del 1% de la peli en cuestión. El token, que llamaremos Peli Token ($PELI), se puede comprar con tarjeta de crédito, transferencia bancaria o con criptomonedas, y una vez adquirido se guarda en una wallet, que custodia el comprador. $PELI se puede transferir, haciendo que ese 1% de titularidad sobre la película pase de mano en mano. Cuando hay ventas, quien tiene $PELI en su wallet recibe automáticamente su parte proporcional de las ganancias en una criptomoneda estable, como el USDT (que se puede cambiar por dólares, euros o cualquier otra moneda en exchanges, y ser depositados en la cuenta bancaria del inversor).
Poco tiempo después de la experiencia de Ana, Miguel Faus decide salir a buscar financiación para realizar una película basada en su exitoso cortometraje ‘Calladita’. Miguel intenta vender fotogramas de su corto en forma de tokens. En este caso no hay inversores, sino contribuyentes. Unas 700 personas compran fotogramas, como si fueran obras de arte digitales únicas, certificando a través de la blockchain su autenticidad, unicidad y su origen (son los famosos NFT).
Miguel levanta unos € 700.000, que completa con un premio de US$ 100.000 que le da la plataforma de cine descentralizada Decentralized Pictures, de la mano del consagrado director Steven Soderbergh.
En el caso de Miguel, ha vendido un producto, por lo cual debe pagar IVA, ganancias y otros impuestos. Ana, en cambio, ha vendido representaciones de emisión de deuda, por lo que ha tomado una deuda y no pagará impuestos hasta no saldarla y obtener ganancias, que deberá repartir con su comunidad de inversores.
Una nueva ola de creadores se apoya sobre la tecnología para desarrollar novedosas formas de financiar su arte. Cine, música y artes plásticas ya han atraído la atención -y los recursos económicos- de los criptoentusiastas. Incluso algún producto mainstream como la serie animada ‘Krapopolis’ de Dan Harmon para Fox, o la película ‘The Infinite Machine’ de la productora de Ridley Scott, han sumado capital a sus producciones con la venta de tokens a sus fans.
Quitando la capa blockchain, la financiación colectiva ha generado productos exitosos como ‘The Sound of Freedom’ o ‘La uruguaya’. Pero, al sumar herramientas cripto, se simplifica y se transparenta el proceso de pagos de dividendos a cientos o miles de inversores, y se genera liquidez sobre la inversión, permitiendo que los inversores puedan entrar y salir cuando quieran.
El año pasado, la plataforma Bluebits consiguió un permiso inédito en el mundo. Aprobado por una empresa de servicios de inversión regulada por la Comisión Nacional del Mercado de Valores de España, la plataforma emite coleccionables digitales (como los fotogramas de ‘Calladita’) que representan titularidad sobre una emisión de deuda (como los tokens de ‘Bull Run’), creando un mercado inédito de piezas de memorabilia digital que, a su vez, son herramientas financieras. Algo así como una acción al portador, con una serigrafía numerada y firmada de un famoso artista, que se puede colgar en la pared del living y, además, paga regalías cuando la productora tiene ganancias por la venta o licencia de la película producida. Bluebits está finalizando la producción de ‘La frecuencia Kirlian, la película’, un largometraje de animación y terror del director Cristian Ponce, que estrenará en el 2025.
En resumen, los creadores han transformado a las audiencias en comunidades, y se apoyan en ellas para crear contenidos con total libertad, consiguiendo financiamiento en tiempo récord.
Involucrando a sus fans en el proceso creativo, han creado lazos muy estrechos y comunidades muy comprometidas. Tokenizando, han dado un paso más, invitando a sus benefactores a transformarse en coproductores.
Después de todo, el cine es magia. Y todos queremos un poquito de esa magia.